A lo largo de este año que estamos a punto de concluir, en numerosas ocasiones he argumentado mis reflexiones basándome en hechos reales. Para finalizar el año he elegido este:
«Charles Plumb, era piloto de un bombardero en la guerra de Vietnam. Después de muchas misiones de combate, su avión fue derribado por un misil. Plumb se lanzó en paracaídas, fue capturado y pasó seis años en una prisión nortvietnamita. A su regreso a Estados Unidos, daba conferencias relatando su odisea, y lo que aprendió en la prisión.
Un día estaba en un restaurante y un hombre lo saludó:
Le dijo «Hola, usted es Charles Plumb, era piloto en Vietnam y lo derribaron verdad?» «Y usted, ¿cómo sabe eso?», le preguntó Plumb.
«Porque yo empacaba su paracaídas. Parece que le funcionó bien, ¿verdad?
Plumb casi se ahogó de sorpresa y con mucha gratitud le respondió.
«Claro que funcionó, si no hubiera funcionado, hoy yo no estaría aquí»
Estando solo Plumb no pudo dormir esa noche, meditando:
¿»Se preguntaba Cuántas veces vi en el portaviones a ese hombre y nunca le dije buenos días, yo era un arrogante piloto y él era un humilde marinero?»
Pensó también en las horas que ese marinero pasó en las entrañas del barco enrollando los hilos de seda de cada paracaídas, teniendo en sus manos la vida de alguien que no conocía.
Ahora, Plumb comienza sus conferencias preguntándole a su audiencia:
¿»Quién empacó hoy tu paracaídas?».
Todos en nuestras vidas tenemos a alguien cuyo trabajo o forma de actuar en un momento determinado ha permitido que podamos salir adelante. Todos, a lo largo del día, necesitamos de muchos paracaídas.
En nuestro acontecer diario, en los obstáculos que la vida nos plantea, parecemos ciegos y no nos damos cuenta de las cosas que son de verdad importantes y de las personas que sin nosotros pedirlo nos han salvado de más de un apuro en el momento justo.
A veces dajamos de saludar, volvemos la cara, damos la espalda, dejamos de dar las gracias, de felicitar a alguien, o aunque sea, decir algo amable sólo porque sí.
Al finalizar el año mi deseo es que en el 2.009 tratemos de darnos cuenta quién enrolla nuestro paracaídas cada día y se lo agradezcamos.
Las cosas más insignificantes que ocurren a diario son las cosas que nos hacen más felices y no requieren más que actuaciones sencillas.
Como ya he dicho en más de una ocasión los seres humanos nos necesitamos mutuamente. Nadie se basta a sí mismo.
Gracias a todos por los favores y buenos momentos que me habéis hecho pasar, aún sin merecerlo y que no agradecí o no agradecí lo suficiente.
Gracias por las críticas porque me han hecho reflexionar y crecer como persona.
Los malos momentos y las críticas negativas, que también ha habido alguna, no cuentan, esas han sido ignoradas y como decía en el post «Uso y abuso de las palabras», las ofensas con las que han querido obsequiarme, han sido regalos que he decidido no aceptar.
¡Feliz año a todos! Y… que todos vuestros sueños se conviertan en buenas acciones en el año nuevo.
¡FELIZ 2.009!
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